Ser mujer no implica necesariamente que se carezca de poder. La base de mi análisis brinda la oportunidad de distinguir dos componentes que a menudo se han confundido y confundido. Con este desafío en mente, analicé y sondeé la gestión educativa como una construcción de género. Al mismo tiempo, ¿cómo se puede entender el género como poder? Debido a que el poder puede ser problemático para las mujeres, amplié el modelo de cuatro relaciones sociales de poder con uno mismo y con los demás. El modelo mejorado constituye como diferencia y las relaciones de poder como factores centrales a ser examinados en una construcción de género de la gestión educativa.
Dada la construcción de género de la gestión educativa, las contradicciones de esta imagen alternativa de líder no fueron sorprendentes. Si bien la líder como madre destacó el trabajo de una mujer en el cuidado de los niños, la crianza y el cuidado de los demás, la representación de la madre en un entorno hogareño implicaba que estaba fuera de lugar si estaba fuera de su hogar. La metáfora reforzó la naturaleza inapropiada de la maternidad en la gestión y el liderazgo. Al considerar lo contrario para «madre», la legitimidad de una figura paterna prevaleció sobre alternativas como un progenitor soltero o soltero.
La segunda metáfora especificaba una imagen de género neutral, el líder como visionario, con mujeres y hombres como candidatos igualmente probables para tal puesto. El uso del modelo y sus componentes facilitó un examen más detenido de los aspectos de género que podrían distinguir a una mujer visionaria de un hombre. Para las mujeres y las minorías, la metáfora sugiere nuevas posibilidades para aquellos a quienes normalmente no se les considera líderes o en roles de liderazgo porque uno puede convertirse en líder en virtud de su propia visión. Uno puede asumir o reclamar poder sobre los demás mediante la dirección visionaria de uno. Sin embargo, puede haber una lucha continua para retener la posición de uno y mantener la legitimidad de uno, especialmente en los modos de poder más comúnmente asociados con los hombres, como el poder sobre otros y el poder personal.
La combinación de modelo y metáfora como herramienta de análisis es útil porque la combinación de estos dispositivos obliga a examinar la gestión y el liderazgo educativos con las mujeres en el centro, más que en la periferia de la construcción.
Esto se logra examinando la diferencia de género como algo separado pero interrelacionado con el poder. Además, al combinar modelo y metáfora, el usuario se ve obligado a escudriñar lo que podría darse por sentado al yuxtaponer algo fuera del ámbito del liderazgo, como ocurre con la maternidad y los visionarios. De esta manera, el dispositivo analítico logrado mediante la combinación de modelo y metáfora promueve la erudición feminista, permitiendo que las mujeres sean estudiadas en sus propios términos con sus actividades y experiencias como el centro de interés o actividad, en lugar de ser consideradas subordinadas o deficientes.
Dada la importancia de comprender e interpretar el liderazgo de las mujeres, creo que debemos estar atentos a la complejidad del género en al menos tres formas fundamentales.
Primero, utilizando dispositivos analíticos más refinados, podemos comenzar investigaciones empíricas sobre casos específicos y examinar cómo ocurren realmente los sesgos de género. Recomiendo que se investiguen las biografías de hombres y mujeres para determinar cómo operan las construcciones de género dentro de representaciones culturales específicas. Además, al incorporar análisis narrativos y de texto junto con experiencias vividas, los investigadores podrían explorar aún más las conceptualizaciones del liderazgo y la gestión. Dicha investigación captaría diferentes aspectos del liderazgo, como la toma de sentido, la resolución de problemas y la politización.
En segundo lugar, más allá de los estudios de casos individuales, debemos prestar atención a las normas y procesos institucionales establecidos y sostenidos en la preparación y práctica de los administradores educativos. Es posible un mayor escrutinio del canal a través del cual los administradores escolares, tanto mujeres como hombres, son educados y socializados en su profesión. Con dispositivos analíticos más discriminatorios, podemos examinar cómo las mujeres y las minorías ingresan a posiciones de liderazgo y, más allá de eso, qué esperamos de ellas, cómo conceptualizamos sus roles como líderes educativos y cómo juzgamos su desempeño frente a ideales particulares. Podemos proceder a descifrar las diferencias relacionadas con el género entretejidas con categorías de clase, raza y etnia, así como confundidas por cuestiones de poder y autoridad.
En tercer lugar, debemos prestar atención a la conceptualización del género como confundido por los contextos socioeconómicos, culturales y situacionales. Una lente teórica proporciona la capacidad de investigar un concepto o construcción particular y proponer su relación con otros. Esta lente se prueba cuando se aplica a la complejidad de situaciones de la vida real. Tanto el género como el liderazgo se manifiestan de manera diferente y dinámica en la vida de los educadores en las escuelas y los sistemas escolares de todo el país. A medida que refinemos nuestra teorización sobre género y liderazgo, y apliquemos estos dispositivos analíticos a situaciones reales, estaremos en mejores condiciones de sugerir e incorporar estilos alternativos de liderazgo y gestión educativa.